Justos ante Dios

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1)

¿Cómo puede una persona, agobiada con la pena de su pecado, obtener paz con su Creador? De acuerdo a las Escrituras sólo hay un remedio: justificación por medio de la fe en Cristo. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1).

"Justificación" es un término legal. Es lo opuesto de "condenación." La persona que obedece la ley es justa o inocente, mientras que la persona que desobedece la ley es injusta y culpable. El juez debe justificar al justo y condenar al injusto. Entonces justificación es el pronunciamiento favorable del juez, declarando al acusado de ser "justo y no culpable," y así le libera de todo castigo.

Dios, el juez del mundo, ciertamente no justificaría si fuéramos justos. Pero la triste realidad es que estamos lejos de ser justos. Al contrario, todos debemos confesarnos culpables porque hemos actuado contrario a Su Ley. Y puesto que somos pecadores e injustos, la sentencia de Dios debe ser nuestra condenación. ¿Cómo puede entonces el hombre ser justo delante de Dios?

Si el pecador pudiera satisfacer por sus fallas y vivir completamente en justicia, Dios estaría obligado a justificarle (porque entonces el pecador sería verdaderamente justo). Los Católicos Romanos han sido enseñados que en la justificación Dios "nos hace justos interiormente" (Catecismo, 1992). Esto significa que Dios justifica a una persona cuando el pecador, por los sacramentos y buenas obras, se vuelve justo en sí mismo.

Admitimos, Dios obra en la vida de Sus hijos, cambiándolos para que sean más y más como Su Hijo. Pero, mientras los Cristianos estén en la tierra permanecen pecadores (1 Juan 1:8 "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros."). La enseñanza Católica - Dios justifica al justo - ¡es malas noticias para el pecador! Pero sea Dios glorificado por su inefable misericordia: ¡La Biblia presenta un mensaje diferente!

"Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia." (Romanos 4:4, 5).

¡Dios declara al pecador creyente "no culpable"! Dios no le justifica porque el pecador sea justo (¡no lo es!). De hecho, Dios justifica al impío. Tampoco Dios le exonera por algún crédito que el pecador haya ganado por sus buenas obras. ¡Dios justifica "al que no obra"! Este es el verdadero Evangelio, ¡ungüento confortante para el alma del pobre pecador!

¿Cómo puede Dios justificar al creyente, si este todavía es un pecador? La respuesta a esta vital pregunta está en el centro del Evangelio. Dios es perfectamente justo cuando justifica a los que creen en Su Hijo. Cristo, el Cordero de Dios, acepto completa responsabilidad por los pecados de Su pueblo, y pagó la pena debida a estos por medio de derramar por Su propia sangre. "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros." (Isaías 53:6).

Aunque Dios quiere que confiemos en El solo, nosotros somos demasiado orgullosos para aceptar Su perdón de gracia. Sentimos que debemos hacer algo para merecer el perdón en lugar de confiar en El, y terminamos confiando en nosotros mismos. El Señor Jesús una vez dijo una parábola a ciertos que "confiaban en sí mismos como justos."

"Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido." (Lucas 18:9-14).

El primer hombre presentó su propia justicia y buenas obras a Dios. El segundo se acercó a Dios con las manos vacías. El fariseo se consideraba a sí mismo justo y se adelanto confiadamente. El publicano estaba dolorosamente consciente de su pobreza y se avergonzaba en sí mismo. Ambos fueron al templo a orar; el que se justificaba a sí mismo pedía por nada mientras que el publicano pedía por misericordia. Ambos regresaron a sus casas. Uno confiando en sí mismo de ser aceptable espiritualmente, pero en los ojos de Dios no lo era. El otro dependiendo completamente en la misericordia de Dios. Y fue este pecador creyente el que fue a su casa justificado, declarado justo por el Juez del cielo y la tierra.

Todos deben tomar una decisión entre esas dos alternativas. Usted confía en la misericordia de Dios tan solamente, o usted está confiando en su cooperación y mejores esfuerzos. Por un lado, la iglesia Católica Romana pronuncia una maldición sobre todos aquellos que digan que "la fe que justifica es nada más que confianza en la misericordia divina, que perdona pecados por causa de Cristo." Por otro lado, los Cristianos evangélicos, como el publicano, no tienen nada sino "confianza en la misericordia divina," y de acuerdo al Señor Jesús, esto es lo que se requiere para estar justos ante Dios.

¿En quién confías para tu exoneración (libertad del castigo)? ¿en tus propios logros o en la misericordia de Dios revelada en la cruz del Calvario? ¿Estás buscando ser aceptado por Dios por tus obras, o estás confiando por fe en el Dios todo misericordioso? ¿Dejarás de confiar en ti mismo y creer en Jesucristo solamente?

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