Sólo para Católicos

PROCURANDO LA SALVACION POR OBRAS

Nací en 1966 en la pequeña isla de Malta, en el medio del Mediterráneo. Mis padres eran personas temerosas de Dios y se aseguraron de transmitirnos su fe Católica a cada uno de sus seis hijos. Aparte de la instrucción religiosa diaria que recibíamos en la escuela, ellos también me enviaban a catecismo después de la escuela en preparación para la Comunión. Cuando fui mayor también fui a clases para el Sacramento de la Confirmación. La asistencia a misa los domingos era absolutamente obligatoria; mi madre nos motivó tanto en palabra como en hecho a asistir a la iglesia diariamente. Cada noche mi padre nos reunía a todos para rezar el rosario.

Como adolescente joven, estaba orgulloso de pertenecer a la Iglesia Católica, creyendo que esta era la verdadera iglesia de nuestro Señor Jesucristo. No conocía mucho acerca de otras religiones, pero los sacerdotes y obispos del seminario en el que estudiaba nos decían que tanto la Iglesia Ortodoxa Griega así como las iglesias protestantes eran partes del mismo cuerpo, culpables del serio pecado de haberse separado de la Iglesia Católico Romana.

Fuimos enseñados acerca del Señor Jesús y su muerte en la cruz. Aunque era enfatizado que nosotros teníamos que hacer alguna contribución aparte para nuestra salvación, Nos decían que haciendo buenas obras y viviendo una vida moral y religiosa para incrementar nuestra justicia personal, nos manteníamos en nuestro camino al cielo y finalmente podríamos ganar la vida eterna. La asistencia a misa era de especial importancia y participar en la Eucaristía para renovación espiritual y liberarnos de nuestras faltas diarias. El fallo en la asistencia a misa los domingos era un pecado grave que si no se confesaba podría llevarnos al infierno para siempre.

La confesión fue una parte intrincada de mi vida. Yo confesaba mis pecados a un cura,el cual me prescribía algunas obras de penitencia para satisfacer la culpa de mis pecados. Usualmente la penitencia consistía en decir el Padre Nuestro y el Ave Maria por una cantidad definida de veces. Yo no guardaba ninguna duda de que mi corazón se quedaba manchado de mi pecado hasta que no cumpliera con mi penintencia. Yo no rezaba esas plegarias como un acto de fe personal en Dios sino como una forma de impartirme mi propio castigo.

La fiesta de nuestra Señora de Dolores es una ocasión muy especial en mi nación. Solemnes procesiones son organizadas en muchos de los pueblos y ciudades, a las cuales asisten una gran parte de la población. Mi familia no era una excepción. Se hacía un dia de ayuno, y en la tardecita nos uníamos a la procesión, rezando el rosario y otras plegarias mientras caminabamos detrás de la estatua de " Nuestra Señora". Nosotros estabamos contentos de hacer algo como esto (ayunar y rezar ) para satisfacer la culpa de nuestros pecados.

Como católico que era no deje descansar mi salvación en las manos de Jesús, me esforzaba luchando por obedecer sus mandamientos, participando de los sacramentos, rezando y ayunando, de manera que pudiera merecer o ganar la vida eterna. Solo un pecado mortal al final y podría perder todos mis méritos y mi alma. De esta manera, aunque veíamos la salvación como algo relativo a Jesucristo y a su muerte era igualmente claro que el factor crucial que determinaría donde pasaríamos el resto de la eternidad era nuestra contribución personal de buenas obras. Yo tenía definitivamente que hacer mi parte para alcanzar el perdón y poder ser aceptado por Dios.

En nuestra casa, la iglesia y las esquinas de las calles había imagenes y estatuas por todas partes de almas en las llamas del purgatorio. Ellas eran un recordatorio continuo de que nosotros teníamos que hacer más y más buenas obras para prepararnos para antes de la muerte. La mente de un chico no podia evitar ser impresionada con la imagen de un hombre, una mujer y un niño en la agonía de arder en las llamas del infierno. El horror de esta imagen solo puede ser sobrepasado por la doctrina misma, la doctrina católico romana del purgatorio. Los fieles deben pagar su deuda siendo castigados con penitencia y haciendo buenas obras aquí en la tierra y en caso de que fallaran al hacerlas, ellos tienen que terminar pagando la deuda de sus pecados con sufrimiento personal y tormentos en un lugar llamado purgatorio o peor aún, en las llamas eternas del infierno.

Mirando atrás, puedo ver la espantosa carga que debían sentir nuestros padres al ellos fallar en rescatar a sus hijos de los tormentos del purgatorio. Ellos también temian la posibilidad de padecer de las consecuencias de fallar en ello. Me sentía bien atribulado y confundido. Tomé seriamente mi responsabilidad de decir mis oraciones, confesar mis pecados, cumplir mis penitencias y realizar buenas obras para reducir el tormento que ciertísimamente me esperaría después de la muerte y mantener mi alma en el camino al cielo.

Mucho tiempo después le plugo a Dios enseñarme que la salvación es por Gracia por medio de la fe en Cristo. La salvación no se llega a merecer por nuestras buenas obras, es un regalo de Dios comprado con la sangre del Cordero. El deseo de mi corazón es simplemente compartir este conocimiento con católicos sinceros quienes están luchando para merecer lo que Dios regala de forma gratuita.

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